Por qué la compra de Fox por parte de Disney es una pésima noticia para el cine

Martes, 14 de agosto del 2018

Finalmente se llegó a un acuerdo, y por algo más de 71 mil millones de dólares la compañía de Mickey Mouse será propietaria de varias divisiones de 21st Century Fox, incluyendo su legendario estudio cinematográfico.
 
El costado más inmediato y fácilmente destacable de la fusión de Fox con Disney es el hecho de que ahora el Universo cinematográfico de Marvel y los X-Men, las dos franquicias de superhéroes más longevas, populares y millonarias, serán propiedad de un mismo estudio.
 
El mundo de posibilidades que se abre con los Avengers, los Guardianes de la galaxia, los X-Men y Deadpool en un mismo universo generó un gran entusiasmo, naturalmente, pero este panorama no debe ocultar otras implicaciones no tan favorables de la adquisición de Fox por parte de Disney, que podrían tener (o tendrán) un impacto negativo en la industria cinematográfica.
 
Menos competencia, menos variedad
 
 
Hace mucho tiempo se viene presagiando el colapso de la industria cinematográfica, con argumentos generalmente vinculados a que el streaming y el fácil acceso a contenido de calidad en casa hará que la gente deje de ir al cine, así como antes también la televisión iba a poner fin al cine.
 
Estos augurios apocalípticos resultaron, otra vez, erróneos.
 
La industria cinematográfica y sus ingresos siguen aumentando, pero lo que sí ha sucedido, sin embargo, es que se han reducido los grandes participantes en el mercado: las ganancias siguen creciendo pero ahora están menos repartidas.
 
Y al tope de esta división del mercado se encuentra Disney, que en los últimos años ha sido consecutivamente el estudio con las películas más taquilleras y ha alcanzado toda clase de récords, como ser el primer estudio en superar los 6 mil millones de recaudación global por dos años consecutivos y los 5 mil millones en tres años consecutivos.
 
Los superhéroes, las películas animadas y las viejas franquicias ya conocidas por el público son las producciones que hoy convocan un público masivo, y Disney, propietaria de Lucasfilm, Pixar y Marvel Studios, además de sus viejos clásicos (La Bella y la Bestia fue la segunda película más taquillera de 2017, detrás de Star Wars: The Last Jedi) es la principal beneficiada de esta tendencia en los gustos del público cinéfilo.
 
Con su adquisición de Fox, Disney reduce el número de estudios en el mercado (por primera vez en la historia pasarán a ser cinco los grandes estudios en lugar de seis) y se apropia de uno que era su competencia directa, quedándose, entre otras propiedades, con la franquicia originada por la película más taquillera de todos los tiempos —Avatar, que tiene cuatro secuelas en camino— y con la saga de superhéroes X-Men, la sexta franquicia más taquillera de la historia.
 
 
Disney tiene una estrategia orientada exclusivamente a estas grandes franquicias para toda la familia, lo que con su dominio del mercado y la eliminación de un estudio, hará que el lugar para películas diferentes, digamos comedias o dramas de presupuesto más moderado, orientadas a un público adulto, se vea drásticamente reducido.
 

Menos películas originales, más películas para toda la familia

Disney ya salió a aclarar que no tocará una propiedad como Deadpool, que ciertamente no encaja en su tradicional contenido de carácter familiar, pero que se ha convertido en una exitosa franquicia por derecho propio. Sería una estupidez no capitalizar la popularidad que ha alcanzado el mercenario de Marvel.
 
Lo que sí ocurrirá es que la posibilidad de que surja otra franquicia como Deadpool tiende a cero.
 
La estrategia de Disney evita estas producciones que apuestan a una porción más reducida del público y a un margen de ganancias basado en un presupuesto más moderado, prefiriendo una enorme inversión a la mayor escala posible, en un título que busca un público universal y la posibilidad cierta de convertirse en una futura franquicia.
 
En Disney, se reduce la posibilidad de ver películas como Gone Girl, The Martian, Bridge of Spies, The Revenant, The Post o Red Sparrow, todos éxitos aclamados de 20th Century Fox pero que no tendrán lugar en Disney por no tener potencial de franquicia ni de blockbuster para toda la familia.
 

Películas pequeñas al streaming


 

La compra de Fox por parte de Disney marca también la intención de la compañía de hacerse más fuerte en el terreno que ha sido considerado como el gran futuro del entretenimiento: el streaming.
 
Además de haber anunciado su propia plataforma de streaming, este acuerdo convierte a Disney en una accionaria importante (60%) de la compañía Hulu, la que ya se encuentra fuertemente posicionada en la competencia con Netflix y Amazon.
 
Se ha dicho que Disney planea mantener las divisiones Fox Searchlight y Fox 2000 de 20th Century Fox, especializadas en películas más pequeñas, independientes y originales, y en adaptaciones literarias respectivamente (Fox Searchlight es responsable de la ganadora del Oscar The Shape of Water, de Guillermo del Toro; Fox 2000 produjo Love, Simon y The Mountain Between Us recientemente).
 
Sin embargo, estas producciones podrían estar destinadas al mercado digital, lanzándose directamente en streaming y reduciendo costos de distribución, que podrán ser volcados a sus otros proyectos más masivos.
 
Todo apunta a una reducción de la variedad de la oferta de estrenos en las salas cinematográficas. Especialmente por otro punto preocupante.
 

La presión a los cines


 

El aspecto monopólico de este negocio de Disney ha sido una de las preocupaciones principales de analistas y especialistas, y es el costado más puramente político del asunto.
 
El Departamento de Justicia del gobierno de Donald Trump aprobó la adquisición luego de evaluarla de acuerdo a los criterios de las leyes antimonopolio (según reportes de prensa Trump personalmente se aseguró de que el acuerdo no incluyera la venta de Fox News, y luego felicitó a ambas compañías por un acuerdo «que puede ser muy bueno en cuanto a puestos laborales»).
 
Pero aunque aparentemente se cumple con los criterios legales, el aspecto más preocupante de este seudomonopolio de Disney se origina en la relación de la compañía con los dueños de las salas de cine.
 
A diferencia de los demás estudios de Hollywood, Disney tiene una cierta reputación de imponer condiciones abusivas a los cines, amparándose en el potencial taquillero de sus producciones.
 
Con el estreno de Star Wars: The Last Jedi, Disney exigió a los cines un 65% de la recaudación doméstica (cuando lo habitual es entre 55% y 60%) y un mínimo de cuatro semanas en cartel para la película, amenazando con una multa de 5% adicional sobre lo recaudado si se incumplían las condiciones.
 
Para muchos, el control dominante del mercado que tendrá Disney con la compra de Fox, solamente hará que empeore este tipo de conductas abusivas.
 
Será cada vez más difícil ver en los cines películas que no pertenezcan al conglomerado de Disney, y ni que hablar si son de pequeños estudios que no tienen margen de negociación.
 
Para empeorar esta perspectiva, el abuso de poder de Disney se ha extendido más allá de sus negociaciones con los dueños de los cines.
 
En noviembre de 2017, la compañía prohibió la presencia del periódico Los Angeles Times en sus avances de prensa, luego de que el medio publicara una nota sobre la influencia política de la compañía en California.
 
Eventualmente, y ante la fuerte protesta solidaria de varios otros medios, Disney revirtió su prohibición a Los Angeles Times, pero muchos creen que este tipo de conductas van a agravarse después de la fusión con Fox.
 
Quedará por verse cómo harán estudios como Universal, Paramount, Sony y Warner Bros. para competir con el enorme poder de Disney en la industria cinematográfica, pero cada vez más esas compañías están mirando hacia el costado —televisión, streaming— para obtener nuevos ingresos, mientras hacer blockbusters resulta cada vez más costoso y de cada vez más difícil rentabilidad. Salvo que seas Disney.
 
Si los demás estudios no pueden asegurarse al menos un blockbuster que supere los mil millones por año, todo apunta a un futuro en el que la cartelera cinematográfica será exclusivamente de Disney y de sus películas para toda la familia.
 
Eso sí, veremos a los X-Men y los Avengers en un épico crossover.

 

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