Jueves, 17 de enero del 2019
Definitivamente, como en todos los casos, el grado y cómo lo enfrentan va a depender de la situación y la edad del niño o niña, ya que no será lo mismo estresarse ante la muerte de una figura de crianza que la pérdida del juguete favorito, aunque los dos conllevan su propio factor de estrés.
Para los más pequeños es complicado expresar sus emociones y sentimientos, más si en casa no es un hábito que se les haya enseñado. Es primordial reconocer y aceptar que los niños y las niñas sienten cosas y que sus sentimientos son tan válidos como los de los adultos. Entre más pequeños es más difícil que tengan las herramientas emocionales para percibir lo que sienten y para comunicarlo asertivamente, por eso hay que ayudarles enseñándoles a compartir sus preocupaciones y alegrías. Otra acción importante es observarles para detectar cambios de humor y entonces asistirles en su gestión de emociones preguntando acerca de lo que les acontece, de esta manera invitándoles a hablar y ponerle nombre a lo que sienten.
De acuerdo a la Asociación Americana de Psicología, si tu pequeño es regularmente muy risueño y de pronto se vuelve enojón, irritable, desconfiado, hay algo que le está molestando y seguramente ese algo le causa estrés, observa de cerca a tu hijo y averigua qué le preocupa. Estas son otras cosas que debes de tener en cuenta:
Cuando se trata de adolescentes, además de lo anterior hay que observar:
Aunque no puede asegurarse que el mal comportamiento esté relacionado al estrés, es casi seguro que pasar de un relativamente calmado y agradable temperamento a un estado intratable, sea un síntoma de que algo estresante pasa en la vida de ese pequeño.
A veces tu hija o hijo pueden reprimir sus comportamientos y aún así padecer estrés. Fíjate también en lo que te dice su cuerpo:
En otras ocasiones, no se nota ningún cambio, pero tu hijo o hija no son la misma persona en un sitio que en otro. Puede ser que en casa esté tranquilo y sin complicaciones, pero en la escuela sea un mar de nervios. Pon atención a su entorno y sus interacciones con otra gente.
Aprende a escuchar, ya que los hijos no siempre conocen las palabras específicas para declarar su situación de estrés y puede ser que le llamen a su experiencia de otra manera como por ejemplo, decir que sienten que nadie los quiere, o que están confundidos, o enojados, cuando en realidad lo que sienten es puro estrés. Según estudios, hay una diferencia marcada entre lo que los hijos e hijas manifiestan que les estresa y lo que sus padres y madres piensan que les estresa, por eso hay que aprender a escuchar mejor lo que están diciendo.
Como se mencionó más arriba, cada niño, niña o adolescente puede manejar distinto las situaciones de estrés de acuerdo a su edad y la situación que viven. Algunos se ajustan con facilidad y otros simplemente no saben cómo reaccionar. A veces puede tratarse del estrés de la vida diaria, y a veces ser situaciones tan inesperadas como un embarazo no planeado. Generalmente, si se sienten amados, apoyados, comprendidos y tienen un sentido de valor personal elevado, será más sencillo que afronten con fortaleza las situaciones.
Finalmente, toma en cuenta que hay estrés bueno que sirve para motivarles, como el sentir presión para mejorar en algún deporte o actividad artística, también sirve para mejorar sus calificaciones. Sin embargo, no dejes que el estrés se desborde hasta ocasionar un problema de salud grave, hay señales alarmantes como fatiga crónica y pesadillas que te pueden indicar que es urgente acudir con una especialista de la salud mental.
Vía VIX
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