Jueves, 4 de abril del 2019
Existe una relación comprobada entre la calidad del sueño y la consumición de alcohol: y no es buena. Beber reduce las horas y la profundidad del descanso. Hace que nos despertemos más veces, que nos cueste entrar en sueño profundo y que estemos inquietos.
Tiene todo el sentido del mundo, pues actúa como un neurodisruptor. Hay muchas cosas que no sabemos sobre el sueño, pero está claro que el mecanismo cerebral debe estar en buenas condiciones para poder entrar y salir de él adecuadamente. Dejar de beber, según se ha comprobado, es una apuesta segura para mejorar nuestro descanso.
El alcohol es un inhibidor de la "hormona antidiurética humana", o ADH. Esta se encarga de recuperar agua en los riñones, de manera que se use para excretar la necesaria y no más. Al no funcionar la ADH, perdemos más agua y la vejiga se llena mucho antes. Esta es la razón de que beber nos dé enormes ganas de miccionar (y de que la orina sea transparente, ya que la concentración de urea y otras sustancias de desecho es menor).
No beber alcohol, cuando estamos de fiesta, nos permite controlar las escapadas al baño. Pero, además, a la larga, nos evitará sorpresas desagradables, como el cáncer de vejiga, relacionado con un mayor consumo de esta sustancia. En definitiva, beber menos es igual a una vejiga mejor.
Existe un mito sobre eso de "sudar el alcohol". No, no es cierto. La cantidad de alcohol que se puede excretar por la piel es nimia. Sin embargo, es más que suficiente para estropear nuestra biota (el ecosistema de microorganismos) de la piel, la composición de nuestras glándulas sebáceas y otro sin fin de los delicados mecanismos que componen nuestro complicado olor corporal. Eso por no hablar del aliento.
Esto tiene varios sentidos. En primer lugar, el alcohol es muy energético. Sus moléculas se transforman por la enzima alcohol deshidrogenasa en acetato. Esta sustancia, a su vez, se convierte en Acetil CoA, la misma que actúa en la degradación del azúcar en la respiración celular. Si tenemos un exceso de Acetil CoA, se reduce la quema de azúcares (por equilibrio químico), lo que hace que se acumulen más fácilmente.
Sin alcohol, mejoras el metabolismo catabólico (encargado de quemar azúcares y grasas para generar energía), reduces la acumulación de materia grasa en el hígado y ayuda, en general, a que tu cuerpo gestione mejor los balances energéticos. Además, existen varios estudios que indican que el alcohol se relaciona con una mayor ingesta.
Esto se traduce en más calorías, y más acumulación de grasa. Los mecanismos no están del todo claros: tal vez sea una cuestión de inhibición, cultural, social o fisiológica... pero la evidencia muestra que el alcohol nos hace comer más y peor. Esto, por supuesto, ayuda a acumular más y más grasas.
Otra cuestión es la hinchazón. El alcohol es un vaso dilatador, lo que ayuda a que ciertos tejidos se irriguen más. En ocasiones, pueden formarse pequeñas petequias, roturas de vasos capilares (que forman manchitas rojas). Todo esto ayuda a que se hinchen los tejidos.
Por otro lado, afecta a la digestión, que se hace más pesada, lenta e ineficiente. Nuestro sistema digestivo se llena de gases que no escapan tan fácilmente. El resultado es un cuerpo más hinchado y molesto. Y eso es solo lo que se ve.
El alcohol, además, también se relaciona con un elenco de enfermedades relacionadas con el corazón: desde las arritmias a los infartos, pasando por cardiomiopatías diversas o la hipertensión. Sin alcohol, nuestro corazón funciona mejor, responde mejor y aguanta mejor.
Y no solo porque somos más conscientes y comemos mejor. El alcohol estropea el epitelio digestivo y mata parte de la microbiota (mal llamada flora intestinal). Esto provoca que los nutrientes se absorban peor. Uno de los problemas del alcoholismo es la desnutrición debido a la falta de algunos nutrientes, que no son asimilados. Dejar de beber es maximizar nuestra nutrición.
El alcohol nos vuelve más agresivos e impulsivos. Es un efecto conocido como "túnel de alcohol". Se debe a que inhibe en parte a nuestro sistema de control haciendo que solo veamos "lo que tenemos delante" y no las consecuencias "periféricas". No evaluamos bien el peligro ni sus consecuencias.
También trastoca parte de nuestro sistema consciente y deja al sistema límbico, también conocido como nuestro "cerebro primitivo", campar a sus anchas. Si no bebemos, mantenemos mucho mejor el control y la calma.
Una de las relaciones mejor establecidas es la del consumo de alcohol y el cáncer. Sabemos que esta sustancia es responsable (directa o indirectamente) de una mayor incidencia de cáncer de colon. Como ya hemos dicho, no existe ninguna cantidad de alcohol segura, por lo que eliminarlo de nuestra dieta es una manera de alejarnos del cáncer.
Vía Vitonica