Viernes, 29 de julio del 2022
Nuestra relación comenzó como las grandes amistades: con dos personas que no se caían tan bien, pero que con el paso del tiempo, los amigos en común las hacen coincidir y terminan haciéndose inseparables.
La amistad que se empezó a forjar a lo largo de los años, fue gracias a una ruptura amorosa que tuviste, en la que me convertí en tu soporte mientras pasabas el trago amargo que tu relación de más de una década te dejó.
Fueron noches enteras platicando de nuestros miedos, de ansiedades, de nuestras relaciones amorosas, y hasta de los problemas familiares y profesionales que cada una teníamos. Parecía que pensábamos lo mismo y fue tanta la afinidad entre ambas, que la compañía fue necesaria para sobrellevar la rutina diaria, en especial durante la pandemia que el encierro se volvió insoportable.
Antes de la cuarentena, ya teníamos una amistad compuesta de fiestas, los relatos de nuestros amoríos, hasta sesiones de fotos para Instagram y conciertos en los que pudimos ver a nuestras bandas favoritas, pero el COVID-19 parece que nos unió más.
No había un solo día en que no intercambiáramos mensajes, que no habláramos por teléfono durante alguna crisis de ansiedad o que nos pidiéramos consejos para saber que hacer con esa cita de Bumble que nos atormentaba; sin importar que situación se presentara, ambas estábamos ahí para escucharnos.
Por eso, cuando la relación de amistad empezó a decaer y empezaste a comportarte de manera egoísta, enfocándote únicamente en tus problemas, queriendo ser escuchada por horas con temas banales sin importarte las ocupaciones que yo tuviera en ese momento, pero no queriendo escucharme, me resistí a creer que lo hacías con una mala intención.
Las pruebas vinieron cuando enfrenté una situación complicada familiar y todas las personas cercanas a mí estuvieron de apoyo, excepto tú. No recibí ni un mensaje tuyo, a pesar de que subías miles de stories a Instagram y después regresaste como si nada hubiera pasado.
Así se presentaron diversas situaciones de malos comentarios a mis espaldas, hasta que un problema mayor explotó y dejó expuestas las verdaderas intenciones que tenías hacia mí, por lo que decidí cortar cualquier comunicación contigo, no sin antes decirte todo lo que sentía.
En los días posteriores a nuestra “ruptura” tenía esperanza de que se solucionara, porque nadie te prepara para perder a una amistad, menos a una que pensabas que iba a estar ahí para toda tu vida.
Tú que estuviste ahí en mis mejores momentos, te convertiste en una desconocida, a pesar de que pensábamos que nos conocíamos mejor que nadie.
Hay muchos artículos que te enseñan cómo superar una ruptura amorosa, pero casi nadie te enseña cómo debes manejar la pérdida de alguien a quien conoces de años y que fue tu soporte durante tanto tiempo...
Fuente: culturacolectiva.com