Domingo, 12 de noviembre del 2023
Se conoce como lenguaje débil a una forma comunicativa que se distingue por tener cuidado en el uso de ciertos conceptos que pueden hacer del lenguaje una forma de dominación o hasta agresión, aunque al elegir esta manera de hablar, hay que evitar llegar al extremo de la sumisión.
Pese a que el concepto no es muy conocido todavía, ya se emplea en algunos contextos específicos para hacer referencia a la manera en que las personas podemos aproximarnos a una solicitud, un deseo o incluso una queja, dependiendo del tono con que se expresen estas necesidades, el cual, según expertos, está vinculado en muchas ocasiones al género del hablante y también del oyente, una relación en la cual influyen muchos factores constantemente que determinan la fluidez de una conversación y los resultados de la misma.
El llamado lenguaje débil es aquel que emplea algunas frases para reducir la intensidad de lo que se expresa y para darle un carácter más de opinión o de duda, con tal de reducir la fuerza de su discurso. Por ejemplo, algunas formas de lenguaje débil que se emplean con frecuencia son:
• El uso de advertencias como “no estoy segura de esto, pero creo que…” o “puede que me equivoque, pero…”, en donde se manifiesta que lo que se está punto de decir tiene un carácter de duda y que no debe tomarse como un imperativo, con tal de suavizar sus efectos o reacciones negativas.
• Las preguntas muletillas del tipo “¿estás de acuerdo?”, “¿no lo crees?” o hasta “¿tú qué piensas?”, las cuales buscan la reafirmación del oyente para validar el argumento.
• Algunos amortiguadores del tipo “más o menos” o “quizá”, en donde se pone en duda lo que se dice, presentándolo solo como una posibilidad y no como un hecho.
• El pedir disculpas o presentar una solicitud con pena, como cuando nos acercamos a alguien y presentamos una queja o duda después de decir “disculpa que te moleste…”
Estos son solo algunos ejemplos de lenguaje débil, y aunque puede parecer que sus resultados serían menos beneficiosos que quienes se presentan con extrema confianza y poco margen de duda, un experimento publicado en Sage Journals demostró lo contrario. Y es que de acuerdo con un ejercicio donde observaron videos de personas solicitando un aumento de sueldo, los expertos pudieron notar que quienes manejaban un discurso más pasivo o empático tenían mejores resultados que quienes llegaban con extrema confianza a dictar sus solicitudes.
Curiosamente, el lenguaje débil fue empleado con mucha más frecuencia por mujeres que por hombres.
Resultados del estudio sobre lenguaje débil
En los resultados, los participantes se mostraron más dispuestos a apoyar un aumento salarial para las mujeres, quienes emplearon con más frecuencia el lenguaje débil, que con los hombres que no lo hicieron. Además, en las entrevistas posteriores, se reconoció que la mayoría de entrevistados preferirían trabajar con ellas, probablemente porque ayudaron a reforzar la autoridad de quien tomaría la decisión.
Por ejemplo, el discurso que emplearon algunas mujeres en este experimento incluía frases como “No sé hasta qué punto es usual que la gente de mi nivel negocie…” o “pero espero que veas mi habilidad para negociar como algo importante que aporto al trabajo”. Esta estrategia demostró que al reafirmar la autoridad del tomador de decisiones, mejoraba la recepción ante su petición.
¿Y los hombres?
Este experimento nos hace pensar que si los hombres pudieran explorar el lenguaje débil, socialmente vinculado con la feminidad y hasta la sumisión, también podrían obtener beneficios de él. Después de todo, los estudios demostraron que la gente prefiere trabajar y colaborar con gente que está dispuesta a reconocer sus errores, a respetar a la gente con la que trabajan y no cuestionar constantemente su autoridad y también a amortiguar los resultados de una conversación complicada o incluso tensa.
De acuerdo con otros estudios publicados en la misma edición de Sage Journals, el “lenguaje más tentativo” que usaron las mujeres estudiadas a diferencia de los hombres, no necesariamente reflejaba falta de convicción o asertividad, sino que podía ser indicador de una forma de transmitir sensibilidad interpersonal e interés por las perspectivas de los demás, por lo que tuvo resultados beneficiosos.
Fuente. gq.com
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