Ángel Camacho, el rey de mil batallas

Lunes, 22 de julio del 2024

 

El nadador mexicano llegará a París 2024 con la anhelada combinación de experiencia y juventud, y con el objetivo de convertirse en uno de los máximos medallistas nacionales de todos los tiempos.

                     

Muchos dudaban que Ángel Camacho tuviera la madurez para llegar a los pasados Juegos Paralímpicos, sin embargo, calló muchas bocas al ganar una medalla de bronce en Tokio 2020. Desde entonces, han pasado tres años y sus miles de horas en la alberca lo convierten en uno de los favoritos para subirse al podio por México.

 

El agua le cambió la vida a Ángel. De eso no tiene ninguna duda este joven que nació hace 19 años con síndrome de Hanhart, un trastorno congénito que causa la malformación de la lengua, las extremidades y los dedos. Cuando era niño, tuvo muchas complicaciones de movilidad. Sus brazos estaban incompletos y sus piernas apenas llegaban a sus rodillas. Sin embargo, eso nunca le impidió soñar.

Es parte de una nueva generación de atletas paralímpicos mexicanos y llegará a París 2024 con la anhelada combinación de experiencia y juventud. Su objetivo es convertirse en uno de los máximos medallistas nacionales de todos los tiempos. Así lo cuenta, mientras se prueba los outfits para la sesión fotográfica con GQ México. En medio de la emoción que le genera lo que está por venir, Ángel empieza a contar su historia. “A pesar de que soy el menor de cinco hermanos, mis papás siempre me llevaron a rehabilitación para mejorar mis posibilidades de enfrentar la vida”, dice unos minutos antes de comenzar con las primeras tomas.

 

Según sus palabras, ese apoyo familiar fue fundamental para establecer un círculo de protección. “Gracias a eso, siempre he sentido que mi vida ha sido normal. No recuerdo haber sufrido bullying por mi discapacidad. Al contrario, mis amigos siempre me han respetado en ese aspecto. Fui a una escuela convencional. Quería ser doctor y ahora soy deportista… ¡nada que ver!”. Esa frase la pronuncia con una de esas sonrisas que sí dejan ver que, en algún momento, el destino dio un volantazo inesperado.

 

El inicio de un sueño

Fue a principios de 2018 cuando al papá de Ángel le recomendaron la natación para auxiliar la rehabilitación de su hijo. La idea principal era que pudiera fortalecerse para utilizar con mayor frecuencia las prótesis y caminar con más facilidad en diferentes superficies, además de subir escaleras y agarrar cosas.

 

Con 13 años recién cumplidos, entró al agua y el curso de su vida cambió a gran velocidad. “No sabía nadar, pero aprendí rápido y muy pronto fue mucho más que una rehabilitación. Entrenaba todos los días y empecé a competir. Rápidamente, representé a mi municipio, a mi estado y, mucho antes de lo que pensaba, también a mi país”.

El talento de Ángel hizo que se saltara varios procesos y que muy pronto se convirtiera en un prospecto con mirada internacional. Dejó León, su lugar de nacimiento, y se mudó a la Ciudad de México para entrenar en el Centro Paralímpico. Ahí aceleró su desarrollo. Tenía apenas 16 años cuando clasificó para participar a los Paralímpicos de Tokio. “Muchas personas me decían que yo no podía llegar tan rápido porque era muy joven. Que probablemente mi lugar estaba reservado hasta París”.

 

Más que achicarlo, los comentarios le dieron combustible. “Todo eso me lo tomé como un reto para hacerles ver que lo que ellos me dijeran no necesariamente tenía que pasar… les iba a demostrar lo contrario. Y al final, calificando, les demostré que los imposibles sí son posibles”.

Ya en Japón, todo lo que vino fue para hacer más grande su sueño. Las competencias paralímpicas se dividen en varias categorías, de acuerdo con las capacidades de los competidores. Ángel compite en S4, que es para nadadores con movimiento muy limitado de torso y piernas. También incluye a los que tienen una limitación en las manos o sufren la ausencia de extremidades.

 

Para avanzar a mayor velocidad, Ángel genera la mayor parte de la fuerza desde los hombros. Así lo hizo en su primera cita olímpica. Conforme pasaron las primeras competencias, empezó a acercarse a las medallas. Primero, en los 100 metros libres en los que, a pesar de no ser favorito, se quedó a menos de un segundo de subir al podio.

Estaba cerca, pero había más. Ángel sonríe y toma aire para contar el momento climático: “Recuerdo que fue mi última competencia, los 50 metros de dorso. Pasé las eliminatorias y al momento en que escuché en la final mi nombre en el banco de salida fueron muchos nervios”.

 

Para las pruebas de dorso los competidores deben lanzarse al agua antes del disparo de salida. Ángel sintió el agua fría, pero no hizo caso. Comenzó a nadar como si fuera su última vez. “Al final, me concentré en hacer todo lo que hemos trabajado. Di todo de mí. Al momento de tocar y ver que quedé en tercer lugar fue una gran satisfacción saber que lo logré y que mi esfuerzo dio resultado”.

 

Ya en el podio de premiaciones tuvo tiempo para reflexionar. Pensó en su familia, en sus entrenadores y en todo el camino que tuvo que recorrer para llegar ahí. La emoción de aquel momento todavía recorre sus venas. “La verdad, no dimensionaba lo que eran unos Juegos Paralímpicos. Ya estando allá siento que me divertí mucho, que disfruté mucho esa competencia. Gracias a Tokio ya tengo dimensionado lo que son y por ende siento que en París 2024 ya soy más consciente de lo que voy a vivir”.

Compromiso con el éxito

Ángel Camacho entrena ocho horas todos los días, cinco de ellas sumergido en la alberca. En esos interminables recorridos ha llegado a pensamientos profundos. “Lo que me ha dado la natación, en general, es que valoras más el tiempo, porque hasta un segundo cuenta, es decir, saber que una milésima marca la diferencia y que te puedes perder una medalla. A veces, haces un tiempo mayor del que esperabas y empiezas a frustrarte. ¿Qué estoy haciendo mal? Cuando no logras dar tu mejor tiempo sabes que tienes que luchar más para conseguir un buen resultado”.

 

Y Ángel no se ha cansado de luchar. El esfuerzo diario lo hizo clasificarse a los Paralímpicos de París. Muchas cosas serán diferentes a lo que sucedió en sus primeros Juegos. Habrá más ambiente con la gente en las tribunas pero, sin duda, también más presión. “Seguramente sí van a estar los nervios, pero sé dominarlos y estoy seguro de que voy a hacer un trabajo muy bueno porque para eso hemos trabajado”.

 

Su itinerario de competencia es muy similar al que enfrentó hace tres años. Tendrá cinco pruebas: 50, 100 y 200 libres, 150 combinados y, por último, el 50 dorso, la prueba en la que se colgó el bronce. “Estoy seguro de que una vez más voy a cerrar con broche de oro. Voy a ganar medalla y obviamente mi mentalidad está en alcanzar el primer lugar”.

Así quiere continuar con su sueño: “Ser uno de los más grandes medallistas en la historia de México. Hoy, está prevaleciendo más la juventud, poco a poco se va llenando más de atletas jóvenes, muchos de ellos tienen mi edad y ya van a ir a sus primeros Juegos Paralímpicos. No solo quiero ser reconocido en el deporte, sino en la vida”.

 

Por lo pronto, París es solo una escala en el viaje que Ángel está construyendo hacia la inmortalidad.

 

Fuente; gq.com.mx

 

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