Martes, 24 de junio del 2025
Los expertos han señalado las razones climatológicas y sociales detrás de su encanto, y a su vez, advertido de los efectos poco (o nada) placenteros de que llegue la hora de reservar noches en hoteles costeros, usar bikinis y tomar el sol con una bebida refrescante en la mano.
Gracias a los elementos que componen la estética veraniega, como la vasta iluminación, los colores suaves y las criaturas marinas, hemos romantizado el tiempo donde el Hemisferio Norte se acerca más al Sol a través de actividades alegres y relajantes musicalizadas con canciones inspiradoras.
El problema es que lo que pasó de ser un momento para soltar las presiones de la vida cotidiana, tiene a transformarse en una fuente de estrés, ansiedad, presión social e irritabilidad que chocan las expectativas del verano memorable que “debemos” tener para sentirnos plenos, no importa en qué punto de nuestra vida estemos.
Si bien no se trata de cancelar el verano y quitarle el crédito a todo lo bueno que brinda año tras año, es importante conocer ambas caras de la moneda para que podamos navegar las aguas de medio año de manera realista, logrando gozar de sus frutos jugosos, pero sin dejar que nos abrume cuando haya escacez tropical.
¿Cuáles son los efectos psicológicos del verano?
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La marvillosa vitamina D (del estrés)
El Sol es sinónimo de verano y también de salud, pues de este absorbemos un nutriente esencial para vivir: la vitamina D. A través de esta logramos fortalecer nuestro sistema inmunológico, producir serotonina, regular nuestros ritmos circadianos, mejorar el descanso, tener más energía y estar de buen humor, relajados, concentrados y creativos.
Ahora bien, el astro también es el generador de calor (mucho calor, aunque eso no es tanto su culpa, sino del cambio climático que nosotros mismos hemos causado), por lo que en algún punto pasa de ser fuente de vida a productor de irritabilidad y estrés, causando arrebatos de agresividad y problemas para conciliar el sueño.
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Reconectar con toda la naturaleza
Cuando los días son luminosos y cálidos, lo primero que queremos hacer es pasar tiempo al aire libre, lo que se traduce en buena salud mental porque permite socializar e incentiva la recreación, neutralizando la depresión y la ansiedad. Desde dar un paseo, hacer ejercicio fuera, comer un helado, visitar nuevos lugares, el menú es muy extenso.
Sin embargo, estar fuera durante los días veraniegos también implica soportar las fuertes olas de calor que provocan deshidratación y quemaduras cutáneas, así como afrontar las lluvias estacionales que en ocasiones llegan a niveles extremos.
A veces pareciera que vacacionamos para compartir pruebas de que tenemos una vida de ensueño, más que para vivir experiencias que se quedarán incrustadas en nuestro corazón. Rendirse ante la presión social de visitar destinos tropicales aunque no estemos de ánimo, no sea el momento adecuado ni tengamos los recursos necesarios para hacerlo le puede quitar toda la magia al verano, generando sentimientos de insuficiencia y ansiedad.
El verano se puede disfrutar de muchas maneras: dentro o fuera de casa, sola o acompañada, en austeridad o abundancia, en ciudad o playa. Y de hecho, cada verano tiene un poco de todo. Así que puedes sentirte aliviada de que un verano memorable no tiene un único escenario, personajes ni guion.
Fuente: glamour.mx