Odaiba, el parque de atracciones futurista de Tokio

Jueves, 22 de julio del 2021

¿Es un parque temático? ¿Una isla artificial? ¿Un prodigio urbanístico? Lo es todo.
 
A Odaiba se va con la misma ilusión que a un parque de atracciones. Es Tokio, pero en dosis concentradas. Al menos, ese otro Tokio más extravagante y futurista que tradicional. A todo el mundo le encanta ir allí a pasar el rato libre: a las familias tokiotas, a los grupos de chicas que copian el estilo ‘idol’, a frikis tecnológicos, a turistas, y también a las parejas de enamorados que han preferido una boda a la europea, aunque de ellas copien solo los detalles más cursis. 
 
Cualquiera de los mapas turísticos de los que se ofrecen gratis en Tokio presenta a Odaiba como si fuera el circuito de un parque temático. No importa que todo luzca con cierto brillo de falsedad; es lo que se pretende, lo que se busca, es el urbanismo hecho espectáculo, el paréntesis a la formalidad y al orden que impera en el resto de la ciudad. Aquí, como en Las Vegas, lo que ocurre en Odaiba, se queda en Odaiba.
 
LA ISLA DEL TESORO
Odaiba es una isla artificial en la bahía de Tokio, unida a la ciudad a través del Rainbow Bridge. Pero en sus orígenes fue el conjunto de seis fortalezas, levantadas sobre islotes en 1853, en el periodo Edo. De ahí su nombre: daiba significa "fuerte". Más de un siglo después, las fortificaciones se fueron uniendo con terreno ganado al mar hasta convertirse en el popular distrito de entretenimiento de la actualidad. El camino hasta aquí no fue de rosas. En los años 80, Japón sufrió el pinchazo de una descomunal burbuja inmobiliaria y financiera y detuvo el proyecto urbanístico de la isla. Odaiba quedó casi como una ciudad fantasma hasta entrado los años 90, cuando diversas compañías le buscaron una segunda vida como zona de ocio. Empresas como Fuji TV abrieron sede en Odaiba y la comunicación mejoró con ampliaciones de la principales líneas de metro y ferrocarriles.
 
UN METRO SIN CHÓFER
Ya el acceso promete diversión. A la isla se llega a través del Rainbow Bridge, un puente de casi un kilómetro de largo, por el que circula el Yurikamome. Este tren sale desde la estación de Shimbashi y es el resultado de una tecnología de ciencia ficción: funciona con una especie de ruedas de caucho que se acoplan a los laterales de las vías  levantadas a varios metros del suelo… ¡Y no necesita conductor! En su último tramo, llegando a Odaiba, lo que se ve por las ventanas transmite la sensación de estar viviendo una película ambientada en una ciudad futurista al estilo de Akira.
 
ARQUITECTURA FUTURISTA
Ya queda claro que Odaiba es lo que es gracias a las inversiones municipales de los años 90. A pesar de los contratiempos iniciales, construcciones como la sede de Fuji Televisión, del arquitecto japonés Tange Kenzo, el moderno edificio Tokio Big Sight, el Museo Miraikan, el Ariake Coliseum, un estadio de tenis con techo retráctil o el singular Yume-no-Ohashi Bridge, han acabado trayendo el futuro a la isla. El observatorio circular de la Fuji TV (la responsable de exportar Dragon Ball a España) es uno de los símbolos de Odaiba y ofrece buenas vistas de la bahía y el centro de Tokio.
 
¿TOKIO O NUEVA YORK?
Porque se llega con conocimiento de causa, que si no cualquiera pensaría que sufre visiones… Odaiba es capaz del futurismo más radical y también de los detalles más maravillosamente ‘kitsch’, como la réplica de la neoyorquina Estatua de la Libertad, en la zona del Parque Marino de Odaiba, frente al centro comercial AquaCity. La réplica de la estatua mide 12,5 metros de altura y se instaló en abril de 1998 para celebrar el “Año francés en Japón”. No es nada raro ver a parejas casada a lo occidental hacerse las fotos de la boda con la Estatua de la Libertad y las vistas de la bahía detrás suyo.
 
EL ROBOT VA DE COMPRAS
Es famosa la afición a los robots de toda clase que tienen en Japón. En concreto, la ciudad de Tokio ha recibido la visita en más de una ocasión de robots (además de a Godzilla) en películas e historias manga. No tuvieron suficiente con tanta ficción, que se trajeron un robot a escala real. No uno cualquiera, sino un RX-78-2 Mobile Suit Gundam de la mítica saga Gundam. En el 2017, fue substituido por un modelo nuevo y aún más espectacular, el RX-0 Unicorn Gundam. Mide casi 20 metros de altura y normalmente está en modo Unicornio, pero se le puede ver cambiar a modo Destroy. Es el reclamo perfecto para el centro comercial DiverCity, donde está en la plaza exterior del centro comercial.
 
LA VIDA DESDE UNA NORIA
Es otra de las atracciones favoritas de esta parte de Odaiba. Cuando se inauguró en 1999, subir a la noria Daikanransha era hacerlo a una de las mayores del mundo. Los tiempos corren y las norias no crecen, así que se ha visto superada por otras instalaciones. Da igual, sus 115 metros son suficientes para disfrutar de unas vistas geniales (y divertidas). Cómo no, este símbolo de Odaiba también está en un centro comercial, en el área de Palette Town, justo al lado del Venus Fort, tal vez el más ‘kitsch’ de los centros comerciales de Tokio, pues es la suma de todos los tópicos de una ciudad renacentista del sur de Europa. 
 
ARRANCANDO LOS MOTORES
También junto a la noria, está el MEGA WEB, un espacio dominado por Toyota que es el paraíso para los aficionados al motor. Hay modelos de esta marca de todo tipo, desde los de competición a los prototipos más fantasiosos, pasando por los utilitarios cuadrados que tanto gustan en Japón. La compañía usa el espacio para presentar algunos de sus nuevos modelos sin abandonar su lado más lúdico: se pueden conducir algunos modelos, hay simuladores de conducción y el History Garage, con modelos clásicos de todos los tiempos que ocupan atrezzos como si fueran maquetas de coches. 
 
EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS ERA ESTO
El MORI Building Digital Art Museum teamLab Borderless ha convertido de opcional a imprescindible la visita a Odaiba. En este museo de arte digital inaugurado en 2018, el mundo real y el tecnológico rompen cualquier barrera y crean un mundo expandido en el que cualquier cosa es posible, desde ver una cascada que corre por una pared, un bosque infinito de lámparas, un viaje por el espacio a un  té mientras muy especial (y florido). Basta ver en la penumbra los rostros de las personas: en todos se refleja la maravilla, como si en ese momento se estuviera habitando en el mundo de los sueños, pero hecho de bits, leds, láseres, sonidos y todo tipo de efectos digitales.
 
UNA TARDE EN EL MUSEO
La diversión en Odaiba asalta incluso los muros de los museos, que aquí se abren a las visitas dinámicas y al interactuar con los objetos. Es el caso del Museo Nacional de Ciencia e Innovación de Japón (Miraikan), que anima al visitante a realizar todo tipo de experimentos siguiendo las explicaciones oportunas. Eso no significa sea un museo ‘poco serio’, al contrario, el Miraikan está considerado como uno de los mejores centros de divulgación del mundo. La estrella del museo es ASIMO, el famoso robot humanoide de Honda. También es espectacular la recreación de la Estación Espacial Internacional. El atracón museístico puede seguir con el Museum of Maritime Science, con su forma de museo que parece más un TENTE que un edificio. Los más pequeños disfrutarán del Tokyo Water Science Museum.
 
VISTAS DESDE ODAIBA
El Parque Marino de Odaiba es un balcón excepcional abierto a la ciudad de Tokio. Al ser una isla artificial, Odaiba tiene playa, pero está prohibido bañarse en ella. Aún así, es el plan perfecto para sentarse en alguno de los bancos y ver llegar el atardecer hasta que cae la noche y el puente Rainbow Bridge se ilumina, mientras se ven las luces de los barcos y de los edificios de la ciudad. Tras ver el skyline de Tokyo, lo mejor será al mayor onsen de la ciudad y acabar el día de una forma más tradicional en el Ooedo-Onsen-Monogatari.

 

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