Martes, 2 de enero del 2024
La vida de Frida Kahlo estuvo marcada por grandes acontecimientos y tocada por muchas personalidades. Pero si hay un nombre destacado entre todas ellas, es el del pintor Diego Rivera. Los dos artistas se conocieron en 1928, cuando Frida Kahlo se afilió al Partido Comunista Mexicano y se acercó a las almas más creativas de su ciudad.
Aunque les separaban 21 años, pronto estrecharon lazos e intercambiaron opiniones sobre sus respectivas obras artísticas. ‘Tenía claro que aquella chica era una verdadera artista’, afirmó él. En aquella época, Diego Rivera ya era conocido por su obra, mientras que Frida Kahlo empezaba a hacerse un nombre en la escena.
Con una profunda admiración, él le enseñó su obra y ella siguió sus consejos. La pareja se casó al año siguiente, el 21 de agosto de 1929, y vivieron juntos, intermitentemente, en la Ciudad de México:
Frida Kahlo y Diego Rivera, por amor al arte
‘Nada comparable a tus manos, ni nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la Tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos, tus ojos, espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos. Solo tú en el espacio lleno de sonidos. En la sombra y en la luz; tú te llamarás auxocromo, el que capta el color. Yo cromóforo, la que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz’, escribió Frida Kahlo sobre su amor por Diego Rivera.
A pesar de su amor incondicional por él, Diego Rivera la engañaba regularmente, sin siquiera ocultarlo. A lo largo de sus viajes y de todas estas aventuras extramatrimoniales, la pareja marcó su historia con cartas: cartas de amor, pero también de odio y revuelta. Su relación era tóxica (y al mismo tiempo tan icónica, a menudo descrita como furtiva).
En 1930 y 1932, Frida Kahlo sufrió dos abortos. Mientras tanto, su marido seguía teniendo hijos con sus amantes, sin reconocerlos. Incluso llegó a tener una relación con la hermana de Frida Kahlo, Cristina. Esta fue la traición definitiva para la joven, que solicitó el divorcio (antes de casarse de nuevo con el pintor en 1940).
Aunque Frida Kahlo se sentía muy sola, especialmente cuando luego de un accidente pasó una larga estancia en el hospital, ella le siguió escribiendo cartas y poemas a Diego Rivera. La última correspondencia, de 1953, fue escrita pocos meses antes de su muerte. Desde su amor y adoración por el pintor hasta su inmensa rabia, he aquí algunas de las cartas más hermosas escritas por Frida Kahlo. Son extractos seleccionados:
Las cartas de Frida Kahlo a Diego Rivera
Carta del 12 de septiembre de 1939
‘Mi noche es como un gran corazón palpitante. Son las tres y media de la madrugada. Mi noche no tiene luna. Mi noche tiene grandes ojos que miran fijamente la luz gris que se filtra por las ventanas. Mi noche llora y la almohada se humedece y se enfría. Mi noche es larga y larga y larga y siempre parece estirarse hacia un final incierto. Mi noche me precipita en tu ausencia. Te busco, busco tu cuerpo inmenso a mi lado, tu aliento, tu olor. Mi noche me responde con el vacío; mi noche me da frío y soledad. Busco un punto de contacto: tu piel. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás tú? Me giro hacia todos lados, la almohada mojada, mi mejilla pegada a ella, mi pelo mojado contra mis sienes. No puedes no estar aquí. Mi cabeza divaga, mis pensamientos van y vienen y se estrellan, mi cuerpo no puede entenderlo. Mi cuerpo te desea. Mi cuerpo, este peligro mutilado, quisiera un momento para olvidarse en tu calor, mi cuerpo pide a gritos unas horas de serenidad. Mi noche es una fregona del corazón. Mi noche sabe que me gustaría mirarte, cada curva de tu cuerpo, reconocer tu rostro y acariciarlo. Mi noche me sofoca con tu falta. Mi noche palpita de amor, el amor que intento contener, pero que palpita en la penumbra, en cada fibra de mi ser. Mi noche quisiera llamarte, pero no tiene voz. Pero le gustaría llamarte y encontrarte y aferrarse a ti por un momento y olvidar este tiempo que mata. [Mi noche arde de amor. Son las cuatro de la mañana. Mi noche me agota. Sabe que te echo de menos y toda su oscuridad no basta para ocultar lo evidente. Brilla como una hoja en la oscuridad. [...] Mi noche siempre te está buscando. Mi cuerpo no concibe que unas calles o cualquier geografía nos separen. [...] Mi noche grita y rasga sus velos, mi noche choca contra su propio silencio, pero tu cuerpo no está en ninguna parte. Te echo tanto de menos. Y tus palabras. Y tu color. Pronto amanecerá’. – Frida.
Carta de antes de 1940
‘Diego, amor mío, no olvides que en cuanto termines el fresco, nos volveremos a ver para siempre, sin discusiones ni nada: sólo para querernos mucho’. – Frida.
Poema sin fecha: ‘Mereces un amor’
Mereces un amor que te quiera despeinada,
incluso con las razones que te levantan de prisa
y con todo y los demonios que no te dejan dormir.
Mereces un amor que te haga sentir segura,
que pueda comerse al mundo si camina de tu mano,
que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.
Mereces un amor que quiera bailar contigo,
que visite el paraíso cada vez que ve tus ojos
y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.
Mereces un amor que te escuche cuando cantas,
que te apoye en tus ridículos,
que respete que eres libre,
que te acompañe en tu vuelo,
que no le asuste caer.
Mereces un amor que se lleve las mentiras,
que te traiga la ilusión,
el café
y la poesía.
Frida.
Carta sin fecha
‘Hoy he pensado en ti. Aunque no te lo mereces, tengo que admitir que te quiero. ¿Cómo olvidar el día en que te pedí por primera vez una opinión sobre mis cuadros? Yo, todavía una joven tonta, tú, un gran señor de mirada lasciva. Me diste la respuesta que esperaba, para mi satisfacción, para verme feliz, sin siquiera conocerme me empujaste a seguir pintando. Mi Diego, mi alma ha recordado que siempre te amaré aunque no estés a mi lado. En mi soledad te digo que amar no es un pecado imperdonable. [...] Le pregunté a mi corazón por qué a ti y no a otro’. – Frida.
Carta de 1953
'Te escribo esto desde una habitación de hospital, la sala de preparación para el quirófano. Intentan meterme a prisa, pero estoy decidida a terminar esta carta. No me gusta hacer las cosas a medias, y menos ahora que sé lo que planean: quieren herir mi orgullo cortándome un pie. Cuando me dijeron que tenían que amputarme la pierna, no me afectó como todos pensaban. No, ya era una mujer incompleta cuando la perdí aquella otra vez, quizá la enésima, y aun así sobreviví. Eso no ha cambiado mi dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente de mi ser, aunque he sufrido, y mucho, el tiempo, todas las veces que me engañaste. No sólo con mi hermana, sino con tantas otras mujeres. ¿Cómo han podido caer en tu trampa? [...] Nunca he entendido qué buscabas, qué buscas, qué te dan y te han dado que yo no te haya dado. Porque, reconozcámoslo Diego, te he dado todo lo humanamente posible y lo sabemos. Ahora lo ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, incluido tú. [...] Te escribo para decirte que te libero de mí. Te 'aíslo' de mí. Sé feliz y no intentes verme nunca más. No quiero saber nada de ti ni que sepas nada de mí. [Eso es todo. Por fin puedo irme y descansar en paz. Se despide quien te amó con impetuosa locura'. – Frida.
Fuente: Vogue.com