¿Existe el amor para toda la vida? Un estudio de Harvard responde todas nuestras preguntas

Martes, 16 de julio del 2024

 

La pasión del enamoramiento también trae consigo estrés, pensamientos intrusivos y altísimos niveles de cortisol, dopamina y serotonina, ¿puede esta sensación mantenerse para siempre?

Tus amigas te lo advierten, tu familia lo insinúa, y las sugerencias de tu algoritmo de TikTok lo confirman: te estás enamorando. El proceso siempre es parecido y seguro que te sonará familiar: conoces a alguien, te gusta, le gustas, café por aquí, cine por allá, conversaciones hasta la madrugada y buscar cualquier excusa para verse.

Luego llega el momento del enamoramiento —el más dulce o empalagoso, depende cómo se mire—, en el que todas las canciones hablan de ustedes, los estrenos de las plataformas de streaming se han inspirado en su historia y tu círculo cercano sabe ya hasta cómo se llama su perro. El último paso y, hoy por hoy, el más definitivo: desinstalar las apps de citas. Ahora sí, estás en jaque. Pero… ¿Por cuánto tiempo?

 

Los profesores y terapeutas Richard Schwartz y Jacqueline Olds, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, lo analizan en Love and the Brain; su estudio sobre el amor más completo hasta la fecha. Una publicación que trata sobre la evolución del amor (y sobre cómo, con frecuencia, se derrumba), la gestión de las expectativas dentro de la relación, el proceso de enamoramiento y la tan famosa ‘chispa’.

Un estudio, en definitiva, sobre una de las conductas más estudiadas y menos comprendidas de la naturaleza humana, y especialmente sobre su duración. Porque… ¿Existe el amor para toda la vida? ¿Cuánto dura esa fase de enamoramiento? ¿Cómo afecta a nuestro cerebro el hecho de enamorarnos?

 

¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enamorarmos?

Un corazón acelerado, palmas sudorosas, mejillas sonrojadas y sentimientos de pasión y ansiedad simultáneos son algunas de las respuestas físicas y emocionales al amor, consecuencias directas de las sustancias químicas asociadas con el ‘circuito de recompensa’ que inundan nuestro cerebro. Porque sí, el amor funciona como una recompensa para nuestra mente, y en ese juego entran dos hormonas clave.

La primera, el famoso cortisol, que aumenta durante la fase inicial del amor romántico de forma proporcional a la disminución de los niveles de serotonina, causando lo que Schwartz describe como “pensamientos, esperanzas y terrores intrusivos y enloquecedoramente preocupantes del amor temprano”.

 

La segunda, la dopamina, responsable de activar el “sistema de recompensa”. Esta provoca, según el citado estudio de Harvard, que “el amor sea una experiencia placentera similar a la euforia asociada al consumo de cocaína o alcohol”. Es decir, ver a esa persona especial o tener noticias suyas calma tu mente, y estar alejado de ella inicia el proceso ansioso; el mismo mecanismo del ‘mono’ que provocan las drogas solo que esta vez camuflado en forma de ‘buenos días, amor’.

 

“Si este amor perdura, las áreas del cerebro asociadas con la recompensa y el placer siguen activas a medida que avanzan las relaciones amorosas, pero el anhelo y el deseo constantes que son inherentes al amor romántico suelen disminuir” - RICHARD SCHWARTZ, PROFESOR DE LA FACULTAD DE MEDICINA DE HARVARD (HMS) Y TERAPEUTA DE PAREJAS

 

Ahora bien, si este amor perdura, esa montaña rusa de emociones se calma. “La pasión sigue ahí, pero el estrés ha desaparecido. Los niveles de cortisol y serotonina vuelven a la normalidad. El amor, que comenzó siendo un factor estresante (al menos para nuestro cerebro y nuestro cuerpo), se convierte en un amortiguador contra el estrés. Las áreas del cerebro asociadas con la recompensa y el placer siguen activas a medida que avanzan las relaciones amorosas, pero el anhelo y el deseo constantes que son inherentes al amor romántico suelen disminuir", explica Schwartz.

 

“Si estuviéramos toda la vida con ansiedad, con pajaritos en la cabeza, mariposas en el estómago y sin capacidad para concentrarnos, el mundo funcionaría muy mal. Es necesario estar enamorado al principio, sentir algo muy potente, para luego trabajar en la relación. Es como cuando pides un café y te lo sirven con una capa de espuma maravillosa; es genial, sí, pero esa espuma se disuelve. En las relaciones pasa lo mismo, y ahí entra en juego la voluntad de trabajar para que funcione”, argumentaba la psiquiatra.

¿Qué viene después del enamoramiento?

“El enamoramiento es una etapa que se vive al inicio y dura en torno al año, cuando estamos conociendo a alguien y vivimos en una intensidad continua porque, a nivel neuroquímico, existen muchos transmisores que se activan en ese momento. El problema viene cuando, con el paso del tiempo, nos cuestionamos si hemos dejado de estar enamorados porque no sentimos lo mismo que al inicio. En realidad, en la mayoría de los casos lo que ocurre es que pasamos a una etapa de vínculo, donde pueden resultar novedosos y atractivos otros estímulos diferentes”, argumenta María Cordón psicóloga sanitaria especialista en perspectiva de género, y continúa: “tenemos que identificar lo que nos aporta esa persona y lo que consideramos de la relación. Al principio existe una fuerte atracción, principalmente física y de conexión, pero después vamos conociendo a nuestra pareja realmente como es y es entonces cuando debemos poner sobre la balanza si queremos mantener ese vínculo a largo plazo. A medida que pasa el tiempo se crea un vínculo más familiar, y también es bonito identificar que, aunque ya no esté esa explosión del principio, hay otras muchas cosas que al inicio no existían. Mucha gente necesita ese subidón de dopamina del inicio continuamente y por eso enlazan relación tras relación, cuando el hecho de tener una pareja es una elección diaria, un compromiso”.

 

"Tenemos tantos estímulos novedosos que muchas veces nos cuesta comprometernos con alguien por la posibilidad o los escenarios que se pueden dar en nuestra mente de conocer a alguien más, y es ahí donde está el error: realmente no es algo tangible, solo son circunstancias que se pueden dar (o no)". - MARÍA CORDÓN PSICÓLOGA SANITARIA ESPECIALISTA EN PERSPECTIVA DE GÉNERO

 

¿Qué es el miedo al compromiso?

Pero, ¿qué ocurre si a lo que tememos es, precisamente, a comprometernos? La experta lo explica: “El contexto de inmediatez en el que vivimos (‘cultura de la inmediatez’), nos afecta en todos los ámbitos de nuestro día a día. Si tenemos hambre, basta con entrar en cualquiera de las muchas aplicaciones que tenemos instaladas en nuestro móvil para recibir el almuerzo en cuestión de 20 minutos y sin esfuerzo, y lo mismo se extrapola a las relaciones. Tenemos tantos estímulos novedosos, tanta facilidad para conocer a cualquier persona, que muchas veces nos cuesta comprometernos con alguien por la posibilidad o los escenarios que se pueden dar en nuestra mente de conocer a alguien más, y es ahí donde está el error: realmente no es algo tangible, solo son circunstancias que se pueden dar (o no). Al final todo tiene un coste, y está claro que vincularnos con alguien de manera estable tiene unos beneficios y también unos contras. Se trata de apostar”.

 

¿Cuáles son las claves para una relación sana, duradera y feliz?

“Además de los sentimientos positivos que trae consigo el romance, el amor también desactiva la vía neuronal responsable de las emociones negativas, como el miedo y el juicio social. Cuando estamos involucrados en un amor romántico, la maquinaria neuronal responsable de realizar evaluaciones críticas de otras personas, incluidas las evaluaciones de aquellas con las que tenemos una relación romántica, se apaga”, argumentan en Love and the Brain. Aquello de ‘el amor es ciego’ cobra todavía más sentido, y por ello es necesario prepararnos para el momento en el que toque abrir los ojos de nuevo.

 

“Cuando despertamos de esa primera fase, si queremos una relación de pareja feliz y funcional, es muy importante tener claro qué valoramos en la pareja, qué valores necesitamos compartir. No tanto aficiones como tal, sino valores coherentes con los propios y el compartir un proyecto de vida común. Si, por ejemplo, estás en una etapa en la que te apetece viajar, sin atarte ni comprometerte, y la otra persona busca formar una familia estable, quizá vuestro proyecto de vida en este momento no sea compatible. Es ahí donde entra en juego la sinceridad que, junto con el respeto y la admiración mutua —no solo a nivel laboral, sino también cómo esa persona crece en el personal—, forman los tres grandes pilares de una relación sana”, cuenta Cordón.

Ser felices y comer perdices (o lo que uno guste) pasa, por tanto, por superar esa primera fase de enamoramiento y construir en común las mil y una etapas que vendrán después. Quizá el enamoramiento no, pero el amor sí que puede ser para siempre.

 

Fuente: vogue.mx

 

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