Miércoles, 4 de diciembre del 2024
Soledad crónica. Un concepto duro de asimilar. Imagina un mundo en el que el simple hecho de sentirse solo pesara tanto como una dieta inadecuada o la falta de ejercicio sobre la salud cardiaca.
No se trata de un escenario distópico, sino de una realidad confirmada por un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Publicada en eClinicalMedicine, esta investigación revela que la soledad crónica aumentaría significativamente el riesgo de accidente cerebrovascular (ACV), sobre todo en las personas mayores.
Un estudio preocupante sobre la salud cardiovascular
Según el equipo dirigido por la investigadora asociada de Harvard Yenee Soh, las personas mayores que padecen soledad crónica tienen un 56% más de riesgo de sufrir un derrame cerebral que las que se sienten socialmente integradas. El estudio, realizado con más de 12,000 participantes de 50 años o más, midió la soledad en dos momentos clave, separados por cuatro años, para comprender mejor su impacto a largo plazo. Los resultados son esclarecedores: mientras que la soledad temporal no tiene relación directa con el riesgo de ACV, la soledad prolongada resulta ser un auténtico veneno silencioso para el sistema cardiovascular.
“La soledad se reconoce cada vez más como un importante problema de salud pública”, explica Soh. Y con justa razón: no es solo una experiencia emocional. Físicamente, actúa como el estrés crónico, fomentando la inflamación, elevando la presión arterial y debilitando el sistema inmunitario.
Una diferencia sutil pero crucial: soledad frente a aislamiento social
Para comprender bien el fenómeno, debemos distinguir entre soledad y aislamiento social. La primera es un sentimiento subjetivo, mientras que el segundo es un estado objetivo de separación física. En otras palabras, puedes sentirte solo en una habitación llena de gente, o perfectamente satisfecho mientras vives solo. El estudio subraya que es esta percepción de la soledad, y no el simple aislamiento, lo que desempeña un papel determinante en el riesgo de accidente cerebrovascular.
Los mecanismos que subyacen a esta correlación aún no están claros, pero están surgiendo ciertas pistas. La soledad crónica agravaría comportamientos perjudiciales para la salud, como una dieta desequilibrada, la falta de actividad física o los trastornos del sueño. Además, se asocia a niveles elevados de depresión y ansiedad, dos factores que contribuyen a empeorar las enfermedades cardiacas.
¿Una pandemia de soledad?
La soledad, ya de por sí muy arraigada en nuestras sociedades modernas, estalló con los confinamientos relacionados con la pandemia del covid-19. Esta conmoción reveló una verdad escalofriante: a pesar de los miles de amigos virtuales que tenemos en las redes sociales, la necesidad humana de conexión real sigue sin satisfacerse.
Los datos de Harvard muestran que casi la mitad de los adultos estadounidenses manifiestan sentirse solos, una cifra que probablemente refleja una tendencia mundial. Y este fenómeno no se limita a los adultos mayores. Los adultos jóvenes, a menudo atrapados en un torbellino de comparaciones sociales y presiones digitales, también padecen soledad crónica.
¿Qué podemos hacer contra la soledad crónica?
Para contrarrestar esta epidemia silenciosa, disponemos de varias medidas:
• Cultivar relaciones significativas: más allá de la cantidad, lo que cuenta es la calidad de las interacciones. Compartir un simple café a veces hace maravillas.
• Fomentar las actividades en grupo: deportes, voluntariado, clubes de lectura, etc. Son formas estupendas de estrechar lazos compartiendo intereses comunes.
• Sensibilizar a los profesionales de la salud: el estudio reclama que la soledad se incluya como factor de riesgo en las revisiones médicas, del mismo modo que el tabaquismo o la hipertensión arterial.
Reaprender a conectar
Este estudio de Harvard es un llamado de atención. En un momento en que la hiperconexión digital coexiste con una creciente sensación de desconexión emocional, necesitamos urgentemente volver a situar la calidad de las relaciones humanas en el centro de nuestras prioridades. Al fin y al cabo, el corazón tiene sus razones que la soledad ignora.
Fuente. gq.com